Yo crecí con Mortadelo, devorando las historietas esas de 400 pesetas hasta destrozar los lomos. Fui influido por Ibáñez más que por casi ningún otro individuo en mi tierna infancia. Esto, según parece, es problemático.

Siempre es complicado pensar en qué regalar a alguien por Navidades, y entiendo que esa dificultad se multiplica exponencialmente cuando el objeto de tu presente es un niño que ha tenido siempre de todo, y que ya lleva casi treinta Reyes Magos a sus espaldas. Es una edad, sin embargo, en la que empieza a entrar en juego el factor nostalgia, aquí compartida: una reciente emancipación provoca que ambas partes, especialmente la compradora, quiera rememorar otros tiempos más inocentes en los que todo era más fácil y nos veíamos todos los días. Es por eso, quiero pensar, que este año he encontrado debajo del árbol un tomo de estos gordos de Mortadelo y Filemón, a saber, el Super Humor 63.


Yo crecí con Mortadelo, devorando las historietas esas de 400 pesetas (inimaginable ese precio ahora), y leyéndolas hasta destrozar los lomos. Incluso más allá, diría que los listados de tebeos que venían en la cara trasera, con más de un centenar de títulos del dúo de la T.I.A, fue el origen de mi obsesión por las listas, siendo una de las primeras que hice una de disfraces de Mortadelo observados a lo largo de mi colección. En resumen, fui influido por Ibáñez más que por casi ningún otro individuo en mi tierna infancia.

Esto, según parece, es problemático. 

Echando la vista atrás, resulta difícil no haberse percatado de la generosa cantidad de racismo, gordofobia, machismo y otros vicios que contenía una historieta media, pero yo era un canijo, así que me perdono retroactivamente. Pero ahora han pasado fácilmente quince años, si no más, desde la última vez que abrí un Mortadelo. Ibáñez probablemente lleve más de una década sin dibujar una viñeta, y todo el proceso habrá sido delegado en mercenarios anónimos. ¿Y si ha abandonado el humor chusco y rancio del franquismo tardío?

Pues no, porque la viñeta anterior es de Tokio 2020, pero aún así. ¿Hay algún resquicio de esperanza? Con tal de hacer las paces con mi yo de diez años, me dispongo a leer mi tomo a estrenar, y graduar dos de las historias en una escala del 0 (Federico Jiménez Losantos) al 10 (Irene Montero). Vamos allá.

El 60 Aniversario


Mortadelo y Filemón cumplen seis décadas en la T.I.A. y el Súper, para celebrarlo, les manda de misión a, ejem, "Kolea D'Aliba" a derrocar a un dictador llamado Pxing Pxong. Empiezan fuerte. El giro, si se le puede llamar así, es que al ser ya supuestamente ancianos, están teniendo achaques cada tres viñetas y aquejándose de enfermedades inventadas de manera constante. Tosen, defecan, se orinan encima, no pueden dar tres pasos sin desmoronarse, lo que no les impide sin embargo sobrevivir, relativamente ilesos, a media docena de explosiones nucleares en su cara. La idea es inocularle al líder supremo un suero que lo convierte en una criatura mansa y lo deja como una malva, un plan menos genocida que el que plantearían algunos, así que eso que se llevan por lo menos.

Resulta que en la Corea bizarra esperan la llegada de un tal Trompf, a la sazón presidente de los Estados Juntitos, con la intención de afianzar una tensa amistad entre las naciones, pero la intervención torpona de los agentes evita todo posible acuerdo, que ya de por sí es remoto dada la disposición megalómana de ambos dirigentes. Sus intentos de inyectar a Pxing con el mejunje terminan como malentendidos entre las naciones que se amenazan y agreden constantemente: un Trompf pringado de caca, un Pxing cubierto de sanguijuelas, etcétera, etcétera. Es tal la animadversión que se ven forzados a traer a Putintin, que según el coreano lidera el "gran territorio marxista" de Rusia, y cuya aparición se reduce a ser el que finalmente recibe la vacuna, terminando todo como el rosario de la Aurora. Una cumbre mundial arrejunta a todos los mandatarios relevantes para poner fin a las hostilidades, pero un malogrado invento de Bacterio para otorgar "visión futura ante posibles desastres" hace que se queden todos ciegos y se caigan por un barranco. Un éxito, paradójicamente.

Los coreanos hablan todos con la L, como es obvio, pero son mostrados como una potencia del primer mundo, lo cual es casi demasiado progresista, así que hay empate técnico en mis cálculos. Hay que ir a los puntos, como en el boxeo.

Peak misoginia: Mortadelo se disfraza de "planchadora", una profesión que no ha existido nunca, y es tan estereotípica como parece. El objetivo es usar la plancha para abrirle la cabeza a un centinela coreano. Plancha de hierro colado, porque en Mortadelo y Filemón sigue siendo el siglo XIX.

Peak racismo: "Aquí está más oscuro que en una película de Morgan Freeman". Alguien no ha visto Como Dios.

Peak insensibilidad cultural: El guion no se decide entre si Corea es un país ateo o, por algún motivo, budista. Han visto que está por Asia y escogido una religión al azar.

Peak esperanza: Los protagonistas se cuelan en el congreso mundial de la paz diciendo que son los que llevan la contabilidad B. ¡Crítica social!

Evaluación: 4/10: Pablo Motos si el invitado es un tío.

Mundial 2018


Los eventos internacionales aumentan la xenofobia en potencia un 700%, aproximadamente. Mortadelo lleva sacando entregas del mundial desde el 1978, sin saltarse ninguna, así que resulta difícil imaginar que vayan a tener algo nuevo que contar. El gancho esta vez está en los millonarios sueldos de los jugadores, tema nada manido a estas alturas, que están empezando a suponer un imán para secuestradores, extorsionadores y demás calaña. Mortadelo y Filemón viajan en calidad de vendedores de aperitivos ambulantes/guardaespaldas personales a Rusia con una breve escala en el Polo Norte, donde cogen un metro a Moscú en un ejemplo de geografía creativa.

Allí evitan a toda costa los inventos de Bacterio, que los acompaña, e intentan a duras penas infiltrarse en el campo para evitar raptos, resultando pisados, escupidos, devorados, pateados, espachurrados, apisonados, atacados por un oso y rociados con alquitrán hirviendo, en ese orden. El culmen está en Mortadelo disfrazándose de árbitro y sembrando el pánico con su cegatez, como un Mateu Lahoz con levita. Tras un incidente con un coche, un erizo, y una figura de cera (tres incidentes separados, que no es un episodio de Sorpresa, Sorpresa), el clímax vuelve a incluir una contienda entre Putintín y Trumpf que acaba con ellos y un Rajoy que pasaba por allí volando por los aires.

Más allá de referencias más que anticuadas (Robert Redford, Induráin, incluso Neeskens), es considerablemente más divertido que el anterior: incluso el siempre peliagudo momento del desfile internacional del inicio, habitualmente de estereotipo fácil, se convierte en gracioso con un par de chistes muy absurdos, como el equipo de Liechtenstein siendo un señor solo y diez fotocopias, o el equipo de "Romanía" llevando de estandarte un paraguas y la enseña "SPOR si llueve". Ambas bromas que ya ha hecho Ibáñez antes, pero bueno, si no está roto no lo arregles. Eso no quita para que no haya ninguna cosa algo casposa, obviamente.

Peak misoginia: Lo más grave es que Mortadelo y Filemón prefieren que les atropelle un tren a irse a Rusia con Ofelia, que es el único momento casi en el que aparece una mujer. Así que depende de lo que consideremos más objetable: el odio a la pobre secretaria o la falta de representación femenina.

Peak racismo: En un momento dado, los agentes tienen que vender cacahuetes que obtienen de una caja custodiada por un mono. Por algún motivo, Mortadelo se ve obligado a apuntar "se trata de cacahuetes africanos, ¿eh? ¿Se ha fijado en el distribuidor?". Algo me dice por lo robótico del "chiste" que no tenía la intención con la que tan fácilmente se interpreta, pero no podemos dar el beneficio de la duda sabiendo lo que sabemos. Es bastante horripilante.

Peak insensibilidad cultural: Hay un momento en el que un colegiado ruso es el árbitro de un partido de Rusia y me parece una equivocación imperdonable.

Peak esperanza: Ya en la segunda página le caen palos a los CEOs de multinacionales: un señor con cara de cerdo y cinco guardas detrás habla de dar una "rueda de prensa anti-violencia" a las seis y cerrar una "venta de misiles" a las seis y media.

Evaluación: 5.5/10: Joe Biden si se ha tomado la medicación.

En resumen, Mortadelo ha envejecido mal porque no ha envejecido, se ha quedado congelado en un momento histórico que ahora huele un poquito a cerrado, cuando no a podrido directamente. Parece que las únicas ventas que debe tener ahora son por el factor nostalgia, y eso tiene fecha de caducidad, así que habría que irse poniendo las pilas. No sé si los ghostwriters estarán esperando a que otra cosa caduque para ejercer mayor libertad creativa, pero tampoco pondría la mano en el fuego.

Guardaré, en cualquier caso, con mucho cariño el tomo. No por el contenido, no por lealtad, ni por coherencia conmigo mismo, nada de eso. Simplemente, ahora que empiezo una nueva infancia, lejos espacial y temporalmente de la primera, necesito algo que me devuelva a casa. Y solo ver el lomo, del mismo carmesí que siempre, me transporta allí. Así que, a su manera, supongo que es el mejor regalo.