La especie humana es imbécil, y creo que sigue imperando la creencia de que si a estas personas se les concedió una "maldición", es porque en otros aspectos han sido bendecidos. Así que la gente no ha terminado de decidirse entre tratarlos con infantilismo o con glorificación, en lugar de simplemente considerarlo algo irrelevante a la hora de comportarse. 


Hace unas semanas llegó a mis oídos una información que me pilló bastante de sorpresa, porque como eurofan confeso debería estar más al tanto de cosas así. El caso es que, desde dos organizaciones de apoyo a las personas invidentes, se lanzó la iniciativa en 2021 de celebrar un concurso musical de alcance planetario, para que intérpretes y compositores con problemas de visión puedan tener una plataforma donde demostrar su talento. 

Alguien con más sentido del humor que yo planteó denominar a la competición International Low-Vision Song Contest, casi seguro intentando hacer una broma bienintencionada con Eurovisión, pero con esa pátina muy leve de mal gusto que, por sí sola, me hizo querer tratar el tema a fondo en estas líneas. Entro en terreno quizá farragoso, del que espero salir con todas las extremidades en su sitio. 

Lo primero que cruza mi mente es el hecho de que el propio festival de Eurovisión tiene en su propio historial la participación de cantantes con este tipo de discapacidades: siempre anda fresco en mi mente Serafín Zubiri, nuestro doble representante español, para quien desde luego queda patente que no supuso ningún obstáculo (no se puede decir lo mismo de su falta de sutileza a la hora de tratar causas justas). Incluso la que fue la primera experiencia para buena parte de mi generación con el certamen, aquella de Rosa en 2002, contaba en sus filas con la teutona Corinna May: recuerdo que, en cierto modo, su propuesta soul discotequera unida a su no-normatividad la convirtieron en competencia directa de nuestra granadina; por suerte prevaleció el sentido común, y el continente no premió esa canción insulsa interpretada con toda la confianza de un cervatillo en un karaoke de Lloret de Mar.

Volviendo a mi punto: la especie humana es, no sé si por naturaleza o por la preponderancia del mito judeocristiano de la ecuanimidad divina, imbécil, y creo que sigue imperando la creencia de que si a estas personas se les concedió, al nacer o más tarde, algo que tendemos a catalogar como una maldición (y Dios nos libre de preguntarles a las afectadas cómo lo sienten), es porque en otros aspectos han sido bendecidos. Aunque tragedias melódicas como lo de Corinna May hayan intentado luchar contra este extraño estereotipo, la historia está plagada de genios superdotades que parecen haber adquirido un cariz casi místico: múltiples bluesmen con su prefijo "Blind", sucedidos por Ray Charles, sucedido por Stevie Wonder, José Feliciano, Andrea Bocelli... Hasta Santa Cecilia es patrona a un tiempo de la música y de la ceguera. Así que la gente, ante esta cuestión, no ha terminado de decidirse entre tratarlos con infantilismo o con glorificación, en lugar de simplemente considerarlo algo irrelevante a la hora de comportarse. La línea que tiene que recorrer el ILSC, entre la calidad y el horterismo, para no perpetuar nuestros injustos prejuicios, es muy fina.

Yo simplemente voy a escuchar, juzgar, y respetar algunas de las propuestas que han pasado este 2023 por el Low-Vision, con una apertura infinita a nuevas experiencias y cero ideas preconcebidas. Allá va mi top 5, si bien lo es por el mero hecho de que no he oído más de cinco.

Liza Moskalenko - My Ukranians


Tres segundos me han bastado para saber que todo esto ha sido muy mala idea. Liza, ucraniana, ha sido la ganadora del ILSC. Los medios con los que se presentan son, lógicamente, limitados. El vídeo es una sucesión de desgracias, evacuaciones, explosiones y cazabombarderos yuxtapuestos de vez en cuando con metraje de archivo del Ministerio de Turismo. Diría que Liza está en un segundo plano, pero eso sería mentir porque virtualmente no está en plano alguno, aparte de unos segundos al principio y un powerpoint de cuatro fotos en un pasaje instrumental. "My Ukranians" es una balada justificadamente lacrimógena interpretada con solvencia, pero es un secuestro emocional. Nadie puede votar objetivamente este tipo de competiciones cuando hay un país concursando en el que están cayendo misiles un poco porque a un señor le apetece, ni siquiera cuando la repercusión es tan ínfima: 127 visualizaciones tiene apenas. Pero qué vamos a hacer, ¿prohibir que se presenten? Pues no, claro. Pero no podemos fingir que no hay que poner un asterisco al lado de victorias que se deben en gran parte a su contexto histórico, y no íntegramente por su mérito musical. Es lo que hay.

Catiana - No te imaginas


Vamos a levantar un poco el artículo con nuestra representante y orgullo de nuestra nación, Catiana. La primera impresión es que es ultra-badass a unos niveles difícilmente superables. Ya sea tocando su teclado enfrente de unas ruinas sin identificar o con su drip de rapera con grafiti de fondo, esta muchacha viene a darnos donde más nos duele. De hecho, me cuesta no interpretar el primer verso como algo que no sea tirarle beef a la pobre ucraniana, aunque sea solamente porque la acabo de escuchar y por ser sabedor del hecho de que fue quien se interpuso entre Catiana y la victoria (por si lo de Chanel no fue bastante). Dice así:

"No quiero empezar esto montando una escena,
pero parece ser que a la sociedad hay que darle pena"

Es obvio de qué se está quejando (no es por tirarme flores, pero no iba demasiado desencaminado con lo que he dicho sobre la estupidez humana anteriormente), pero imaginaos que esto fuera una gala presencial y justo después del drama con la intérprete de Ucrania sale la nuestra a poner a caldo lo de vender tragedias. Igual habría un incidente internacional. 

Catiana domina (como mínimo) dos idiomas, que emplea con soltura en la canción; el patriota en mí lamenta que uno de ellos sea el francés, pero a ese individuo cada vez le hago menos caso. Memeces aparte, Catiana tiene cero unidades de chill, y creo que la amo: desmitificando todo lo romántico que los idiotas de turno han dado en atribuir a la ceguera y poniéndoles en su sitio con perlas como "No vemos el mundo con otra visión... eso no hay quien se lo crea" y el "no me parece muy normal que por la discapacidad se ganen concursos de talentos". ES QUE DILO REINA TE PONGO UNA ESTATUA DONDE QUIERAS.

Así que me retracto de mis palabras: esta canción critica exactamente el mismo fenómeno que ha llevado a Ucrania a ganar la competición. 

¿Robo? Robo. 

NAB Low Vision Band - No One Speaks for the Poor People of Nepal


La mayor catástrofe mencionada en este artículo es el hecho de que este hitazo en todas las discotecas de Katmandú no parece estar disponible en ninguna parte. Alguien en la nación de los Himalayas (y no puedo describir lo feliz que me hace que un país tan aleatorio como Nepal de repente aparezca entre los participantes de Low-Vision) envió este video a la organización, demandando que en ningún caso lo hiciera público y, de esta manera, asegurándose de que nadie, nadie hable por la pobre gente del Nepal.

Synliga - We're Gonna Have a Party Tonight


En calidad de reemplazo de les nepalíes, traemos a la opción sueca de Synliga, autodenominada "the blindest band in the land" (que rima también en sueco, según parece, pero por desgracia sólo lo haría en español si vinieran de Oslo en lugar de Estocolmo), lo cual los convierte en favoritos automáticos. El título no es una invitación, no es una sugerencia: están advirtiéndonos. Esta noche va a haber fiesta y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. "¿Qué tipo de fiesta?", preguntaríais si fuerais el tipo de gente precavida que no iba a ir al guateque fuera cual fuera la respuesta. Pues a juzgar por la canción que nos muestran, una especie de funky de crucero del Imserso, una que empieza a las seis de la tarde y acaba a las siete y media, y donde hay una mesa para mediasnoches de carne de caballo y otra para el Sintrom, así en modo bufé libre (o smörgåsbord, lo llaman por esos lares). 

Tiene todos los ingredientes de un llenapistas geriátrico: aplausitos, cánticos pegadizos a lo comanche, y un mensaje revitalizador que concluye con la frase: "a fiesta, and we're out of sight", creo, lo que me lleva a preguntar: ¿era un requisito del concurso hacer juegos de palabras con la ceguera? Porque empieza a ser escandaloso.


Hoy en profecías autocumplidas: Alemania, última clasificada del Low-Vision. No sé hasta qué punto habrá influido que el vídeo está solamente disponible en Vimeo (no creo que mucho, porque hasta Nepal lo ha superado), pero el rollo post-grunge, por muy desactualizado que esté, del tema, casi se agradece después de lo visto anteriormente. Cierto que el colega de rockloader, que pinta un poco a puretilla algo carroza, tiene severas dificultades para llegar a las notas altas, pero ¿acaso nos vamos a quejar de eso llegados a este punto? El cupo de referencias a la pérdida de visión se cumple una vez más aquí (now you've gone and I know what's missing / all these years I'm too blind to see). O sea que nada explica su estatus de colista.

Total, que al jurado no le ha convencido esta autoflagelación amorosa. Sospecho que algo tiene que ver el hecho de que la ONG que ha montado todo este tinglado, la DBSV, es también la que envía a rockloader, y queda feo verlos en puestos altos... pero quedaron cuartos en 2021, o sea que teoría desmontada. Sea como fuere, los últimos cinco segundos del vídeo, en los que rockloader da ese último acorde y agacha la nuca, cabizbajo como un corderito, son más conmovedores que todo lo visto hasta ahora.

Radek Žalud & Michaela Jeklová - Oremus Dominum (Cíl je v ná)


Nos vamos a Chequia, donde se han tomado esto tan a pecho que tienen hasta preselección. Sí, de tres canciones, pero la democracia (supongo) prevalece siempre. El gato al agua fue para Radek y Michaela y esta balada rollo Celine Dion en 1995. El vídeo es más un Powerpoint con menos fotos que el de unas vacaciones en Teruel: vemos a Radek, luego a Michaela, y luego a un señor no identificado con una batería electrónica, instrumento que no suena en los cuatro minutos de canción. 

No es una canción fea, quizá encajaría a la perfección en alguna de esas maravillas de animación del país de Nedved, como Goat Story o una de esas, sonando de fondo mientras ahorcan a la cabra que se ha hecho pasar por una señora así como muy esteatopígica para librarla del patíbulo. Que es una cosa que sucede en la película, pero esa es una historia para otra ocasión. El caso es que "Oremus Dominum" me recuerda a eso, tomadlo como queráis.

En fin, dicho queda más o menos todo. La emulación de Eurovisión ha salido a pedir de boca, porque han conseguido clonar hasta sus sesgos más rancios: canciones relativamente fáciles, para en última instancia coronar a la que apela a la emotividad más simplona, desembocando en resultados similares a los del festival grande. Digamos que es normalización, a su manera.