Quienes desean desarrollar una relación parasocial con cantantes amateurs están de enhorabuena: Operación Triunfo ha regresado.


Despierten a sus bebés, llamen a las vecinas, salgan a las ventanas a anunciar la buena nueva. Que suenen las campanas de las iglesias porque ha vuelto el artefacto cultural más importante de nuestra generación. Quienes deseen desarrollar una relación parasocial con cantantes amateurs están de enhorabuena: Operación Triunfo ha regresado.

Si algo destaca de este formato es ponernos a estos futuribles del pop al alcance prácticamente de la mano, de permitirnos presenciar sus alegrías y penurias, y de poder gritarle al vacío inmenso de un chat de YouTube Live nuestras sensaciones. En esas conversaciones unilaterales, casi siempre, podemos penetrar en un microcosmos, como si entráramos en un vórtice que nos escupiera en un planeta extraño. Un lenguaje común une a la especie que habita esa tierra baldía: el del odio, la toxicidad y la especulación sobre los hábitos sexuales de les internes de la Academia. Hoy, en mi faceta de ciberzoólogo abro una ventana a estos voyeurs, en un ejercicio metafísico que la verdad es digno merecedor de premios y halagos. Pero basta ya de hablar de mí.